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El presunto mal mensaje del «Hecho en México» de EPN

(El Financiero) -Opinión- El oportunismo político con el que el Ejecutivo federal desempolvo el viejo sello de “Hecho en México”, es un esfuerzo estéril y desorientado, que difícilmente tendrá reflejo positivo alguno en nuestra economía, y en cambio, manda un mensaje errático sobre la dirección que esperaríamos tuviese nuestro país en momentos de confusión y desasosiego. Es esta, digámoslo así, la versión comercial del llamado a una unidad nacional que pretende socavar la disidencia y mover la atencion pública hacia nuevos objetivos.

La iniciativa pretende estimular el consumo de productos producidos en México, con insumos nacionales, y es una de las respuestas que nuestro país está dando a las amenazas del gobierno de Trump de aniquilar el TLCAN por vía de su salida voluntaria. Sin embargo, parecería que la medida apareja los efectos del viejo adagio del “disparo en el pie”. La primera consideración se basa en recordar que muchos de los productos que se fabrican en el país incluyen insumos provenientes del extranjero, por la simple razón de que en México no se producen o no tienen precio competitivo, de cara a su posible incorporación en los mercados internacionales. ¿Eso los hace “menos mexicanos”, siendo que son empresas que han apostado a la calidad de la mano de obra nacional?

Otra gran cantidad de productos que son importados al país de diversos orígenes tienen por beneficiarias a comercializadoras mexicanas que trasladan a los consumidores el beneficio de la mejor calidad y precio de artículos que no producimos, o lo hacemos con costos excesivos.

México tomo hace más de 25 años el camino del libre mercado y el balance es positivo. Lo que mayor atractivo puede ofrecer para la inversión es la certeza en las decisiones de gobierno que generan ambientes de negocio sostenibles en el tiempo.

La otra gran carencia que se debe señalar del añejo sello “Hecho en México”, es lo anacrónico que resulta al marginar de su concepto a una de las partes más relevantes en el proceso creativo de un producto, que es precisamente su diseño. En este momento, en el mundo, el talento puesto en el diseño de productos y empaques es el elemento que determina en buena medida las preferencias de consumo.

Esa es, particularmente, una de las líneas de acción que mayor estimulo deberían estar recibiendo de empresas y gobierno, respaldando el lanzamiento de un sello para el concepto de “Creado en México”, que enfatice la necesidad de que nuestro país aproveche el enorme potencial que posee para esas tareas y genere su propio capital intelectual. Se ve “linda” la iniciativa presidencial de consumir productos nacionales, y es evidente la capacidad de nuestro mercado interno; el problema es que las marcas que conducen el mercado, en su abrumadora mayoría no son de empresas mexicanas sino extranjeras, y al final de la cadena siempre habrá una parte del precio que el dueño de la marca impone en forma de regalía.

Hay que recordar que del total de marcas que se registran en México, las provenientes de Estados Unidos son solo el 14% del total, mientras que otros países como Alemania, Corea, China y Japón llegan ya a cifras relevantes y que crecen año tras año. La mejor respuesta es seguir apostando al libre comercio –como expresión inmanente de una sociedad abierta-, y apartarnos de iniciativas oportunistas y contradictorias.

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