(Economista) El internet, como otros derechos, se ve limitado por la desigualdad socioeconómica. En México, el 79% de las familias más ricas tiene cómo conectarse a internet, mientras que sólo el 32% de las más pobres tiene este acceso. Sólo Chile y Argentina han logrado cerrar estas brechas de desigualdad.
América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo. En México, por ejemplo, vive uno de los 15 hombres más ricos del mundo, mientras nueve millones de personas no logran costear, ni siquiera, la canasta básica de alimentos.
México no es el único país así de desigual. Cuatro de los 15 países con mayor desigualdad de ingresos están en América Latina: Colombia, Panamá, Costa Rica y Brasil, de acuerdo con cifras del Banco Mundial.
Así como otros derechos humanos, el acceso efectivo a internet también se encuentra limitado por las condiciones sociales y económicas de la población. Entre los hogares más ricos de la región se observa un mayor uso, penetración, disponibilidad y eficiencia de internet en comparación con los hogares más pobres.
¿Por qué importa? La respuesta rápida es: el internet expande las oportunidades, reduce los tiempos, facilita las tareas y responde a cuestiones y, quien pueda usarlo efectivamente, tendrá mayores herramientas para la vida, la escuela o el trabajo.
Para universalizar el derecho al internet en América Latina, el camino todavía es largo. Si se considera el acceso se observa que Paraguay tiene la brecha de desigualdad más amplia de la región: mientras 83% de las familias más ricas tienen acceso a internet, sólo el 12% de las familias más pobres lo tienen.
México, por su parte, ha logrado conectar al 79% de sus hogares del quintil más alto, y sólo al 32% de los que pertenecen al quintil más bajo, de acuerdo con estimaciones de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Chile y Argentina son los países más cercanos a cerrar la brecha de desigualdad por ingresos en el acceso a internet. También están próximos a conectar al total de sus poblaciones.
Además del nivel de ingresos, muchos habitantes también tienen un acceso limitado a internet debido a que sus localidades no cuentan con infraestructura necesaria. Estos factores, de hecho, están estrechamente ligados: en América Latina la mayoría de las familias que vivien en zonas rurales también son las más pobres.
En México, el acceso a internet en zonas rurales es casi tres veces menor que en las urbanas.
En la serie histórica se observa que en los años recientes la cobertura de internet en regiones urbanas ha credido a un ritmo acelerado, mientras que en las regiones urbanas estuvo casi estancado por una década. No fue sino hasta 2016 que logró despegar el acceso en estas regiones.
Desigualdad en el uso de internet: sólo 32% de los hogares más pobres en México tienen acceso
El internet, como otros derechos, se ve limitado por la desigualdad socioeconómica. En México, el 79% de las familias más ricas tiene cómo conectarse a internet, mientras que sólo el 32% de las más pobres tiene este acceso. Sólo Chile y Argentina han logrado cerrar estas brechas de desigualdad.
América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo. En México, por ejemplo, vive uno de los 15 hombres más ricos del mundo, mientras nueve millones de personas no logran costear, ni siquiera, la canasta básica de alimentos.
México no es el único país así de desigual. Cuatro de los 15 países con mayor desigualdad de ingresos están en América Latina: Colombia, Panamá, Costa Rica y Brasil, de acuerdo con cifras del Banco Mundial.
Así como otros derechos humanos, el acceso efectivo a internet también se encuentra limitado por las condiciones sociales y económicas de la población. Entre los hogares más ricos de la región se observa un mayor uso, penetración, disponibilidad y eficiencia de internet en comparación con los hogares más pobres.
¿Por qué importa? La respuesta rápida es: el internet expande las oportunidades, reduce los tiempos, facilita las tareas y responde a cuestiones y, quien pueda usarlo efectivamente, tendrá mayores herramientas para la vida, la escuela o el trabajo.
Para universalizar el derecho al internet en América Latina, el camino todavía es largo. Si se considera el acceso se observa que Paraguay tiene la brecha de desigualdad más amplia de la región: mientras 83% de las familias más ricas tienen acceso a internet, sólo el 12% de las familias más pobres lo tienen.
México, por su parte, ha logrado conectar al 79% de sus hogares del quintil más alto, y sólo al 32% de los que pertenecen al quintil más bajo, de acuerdo con estimaciones de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Chile y Argentina son los países más cercanos a cerrar la brecha de desigualdad por ingresos en el acceso a internet. También están próximos a conectar al total de sus poblaciones.
Además del nivel de ingresos, muchos habitantes también tienen un acceso limitado a internet debido a que sus localidades no cuentan con infraestructura necesaria. Estos factores, de hecho, están estrechamente ligados: en América Latina la mayoría de las familias que vivien en zonas rurales también son las más pobres.
En México, el acceso a internet en zonas rurales es casi tres veces menor que en las urbanas.
En la serie histórica se observa que en los años recientes la cobertura de internet en regiones urbanas ha credido a un ritmo acelerado, mientras que en las regiones urbanas estuvo casi estancado por una década. No fue sino hasta 2016 que logró despegar el acceso en estas regiones.
Esta problemática constituye, actualmente, uno de los grandes factores de exclusión social. Tener acceso a internet es fundamental para desarrollar habilidades, recibir información o ser evaluado en la mayoría de los esquemas educativos.
Durante la pandemia millones de estudiantes tuvieron complicaciones o incluso abandonaron sus cursos por no contar con acceso efectivo a internet para la educación en línea.
Para dimensionar: sólo en México, 738,400 alumnos no terminaron su ciclo escolar en 2020-2021 y 68% de ellos dijeron que el motivo principal fue la educación a distancia por Covid-19 y/o la falta de recursos, según cifras del Inegi.
Acceso efectivo, más allá de tener o no internet
Además de tener un punto de conexión a internet en casa o en algún lugar cercano, cuando se habla de acceso efectivo a internet se habla también de tener habilidades para utilizar y aprovechar -de manera segura- los espacios digitales. También se habla de tener disponibilidad de dispositivos propios para acceder a estos espacios y de que las conexiones sean eficientes para realizar actividades.
Aquí también se observan las brechas: en Colombia, por ejemplo, el 40% de los hogares urbanos tienen una computadora, mientras que en sus regiones rurales esta cifra cae al 11 por ciento.
En México, la brecha es similar: mientras 51% de los hogares urbanos tienen una computadora, sólo el 21% de los rurales cuenta con este dispositivo.
Otro de los indicadores que se observan en la región de América Latina es la brecha de velocidades promedio de carga y descarga en conexiones, tanto de banda ancha fija como móvil. Incluso entre países.
En este aspecto se observa que Chile y Brasil son los países que cuentan con las conexiones de mayor velocidad. La velocidad de descarga en banda ancha fija de Chile es cuatro veces mayor que la de México.
La Cepal resalta que la calidad de las conexiones a internet también pueden limitar el uso y aprovechamiento de las soluciones que brindan los espacios digitales.
El caso de Cuba es especialmente preocupante: las conexiones son de bajísima velocidad, están limitadas por canales oficiales y su uso se extiende a apenas algunas instituciones educativas y de salud. Organizaciones de derechos humanos ya han señalado que limitar el acceso al internet construye una forma de censura y privación del derecho a la información.
El internet es un derecho humano, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas en 2018. En el documento se refuerza la necesidad de universalizar el acceso a los espacios digitales para la inclusión, pero también se resalta la importancia de crear sistemas de seguridad para hacer contrapeso a los efectos negativos del internet.