Home Super Banner 728×90
Cintillo 980×55

Los haitianos y un sueño americano que termina en Tijuana

Tijuana, México (Univisión).- Han pasado seis años desde el terremoto de Haití pero Johnny Alexander, un joven enfermero de 26 años y piel cobriza intercala sus noches entre dormir en la calle y una carpa. Solo que ahora, en lugar de en su natal Puerto Príncipe, está en la ciudad mexicana de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos.

A 3,000 kilómetros de distancia de su país, adonde llegó tras haber recorrido media América Latina, Alexander vive igual que en los días posteriores a aquel 12 de enero de 2010, cuando un terremoto de magnitud 7 en la escala Richter se tragó su barrio y lo escupió en fragmentos asimétricos de cemento.

Poco importaron sus estudios de enfermería en Puerto Príncipe, la capital de Haití. O que cuando pasó el temblor Johnny auxiliara en las labores humanitarias a médicos que llegaron de todo el mundo, que alabaran la rapidez con la que colocaba un vendaje, la delicadeza con que limpiaba una herida o la precisión con que resucitaba: golpe en el pecho, respiración, golpe en el pecho.

Cuando el joven enfermero se enteró que su esposa estaba embarazada de su primer hijo decidió emigrar a Estados Unidos para que el pequeño no pasara hambre o frío en la casa improvisada que se construyó después del terremoto que dejó cientos de miles de muertos. Para ello escogió una ruta que en los últimos meses se ha vuelto muy popular entre migrantes de diferentes orígenes: desde cubanos hasta africanos y asiáticos que, tras el cierre de algunas puertas en Europa por la crisis migratoria de Oriente Medio, tratan de alcanzar territorio estadounidense viajando primero a Sudamérica en barco o avión y después por tierra hasta el país norteamericano.

Johnny Alexander duerme en una tienda de campaña en el centro de Tijuana...
Johnny Alexander duerme en una tienda de campaña en el centro de Tijuana. Su hogar en Puerto Príncipe se derrumbó con el terremoto de 2010. Ahora espera poder recibir asilo en EEUU.
Luis Pérez para Univision Noticias

Hace dos meses, Alexander llegó a la ciudad de Tijuana y se instaló en una tienda de campaña montada en una banqueta a un costado de un canal de aguas negras, en la zona de tolerancia, un área de la ciudad conocida por su permisividad con la prostitución y donde se han concentrado los inmigrantes haitianos, a sólo un kilómetro de la frontera con San Diego, en California.

El hombre salió de Haití en febrero con su esposa. Primero tomaron un vuelo hasta Brasil, llegaron a Colombia en camión y atravesaron Panamá hasta Costa Rica. El tramo más peligroso lo vivieron en Nicaragua, donde pagaron 1,000 dólares a un pollero (coyote) para que les permitiera cruzar por el monte. En Honduras y Guatemala la gente fue amistosa y a él le regalaron un par de zapatos nuevos para el camino. Finalmente, en junio, llegaron a la frontera mexicana, a la ciudad de Tapachula, en Chiapas.

A Johnny Alexander y otros compatriotas los instruyeron durante el camino: para llegar a Estados Unidos hay que mentir. Las autoridades de migración en México nunca deportan a los ciudadanos de África, porque está muy lejos, les dijeron. Su piel color chocolate y su francés hicieron creíble la historia. —Dije que había nacido en Senegal —, le cuenta el haitiano a Univision Noticias.

El Instituto Nacional de Migración de México les otorgó un oficio de salida, un permiso temporal para transitar por México. Por 100 dólares, él, su esposa y el bebé que llevaba en el vientre llegaron en un camión hasta la frontera de Tijuana. Una vez allí se dieron cuenta que, como ellos, había miles de personas buscando un albergue en esa ciudad que se ha convertido de manera inesperada en la nueva capital de los haitianos regados por el mundo.

Por qué ahora

Según la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), desde finales de mayo de este año, alrededor de 5,000 haitianos han llegado a la frontera de California con la esperanza de ingresar a EEUU. La ola migratoria se atribuye principalmente a dos factores. En 2010, tras el terremoto que devastó la nación caribeña, Washington flexibilizó las políticas de deportación de inmigrantes indocumentados provenientes de ese país y decidió no deportararlos como medida humanitaria.

Cientos de haitianos se reúnen en el centro de Tijuana. Los inmigrantes...
Cientos de haitianos se reúnen en el centro de Tijuana. Los inmigrantes lamentan las quejas de los comerciantes de la zona por su presencia y el acoso de la policía. Luis Pérez

Pero la situación este año se agudizó por la situación en dos países latinoamericanos que, tras el terremoto, otorgaron asilo humanitario a muchos haitianos: Brasil, que este año dejó de contratar obreros en el sector de la construcción, un trabajo que desarrollaban los haitianos, y Ecuador, que se recupera del temblor que en abril dejó más de 600 muertos.

Además de a Tijuana, la oleada de migrantes sacudió de manera particular a la vecina San Diego, donde las llegadas de haitianos se dispararon este año: de los 500 que contabilizaron en el año fiscal 2015 a los miles que ya han cruzado la frontera este año. Estos migrantes suelen llegar a EEUU desorientados y sin dinero y la ciudad no cuenta con suficientes albergues para recibirlos. Así que la diminuta comunidad haitiana de la ciudad del sur de California acudió a su apoyo, en particular el Ministerio Metodista Haitiano, una congregación religiosa que desde el pasado junio ha acogido a más de 3,000 inmigrantes de ese país.

Desde el principio de verano, cada noche alrededor de 350 viajeros eran alojados en alguna de las cinco pequeñas habitaciones de la iglesia. Los menos afortunados debían dormir en colchonetas sobre el suelo o en las bancas del templo. Pero el espacio limitado y el exceso de demanda rebasaron la capacidad del templo en tan solo tres meses.

La situación de emergencia generó la movilización de agrupaciones ciudadanas de San Diego como elComité de Servicios de los Amigos Americanos, que solicitó la intervención del gobierno de California un lugar para acoger a los recién llegados. El 20 de septiembre, el Ministerio Metodista dejó de operar como albergue y los haitianos fueron trasladados a una base de la Guardia Nacional de EEUU, donde se habilitó un refugio con capacidad para más de 400 personas cada noche.

Junior Augustine logró cruzar de Tijuana a California y ahora viajará co...
Junior Augustine logró cruzar de Tijuana a California y ahora viajará con su familia a Florida. Las autoridades migratorias le colocaron un dispositivo de localización en el tobillo para monitorear su ubicación hasta que se presente ante un juez migración Luis Pérez

Dormir en un catre en el nuevo albergue es mucho mejor que dormir en el suelo de la iglesia, afirma el haitiano Junior Augustine, que aguarda el día en pueda reunirse con su tío en Florida. Ese estado junto con California y Nueva York son los tres principales núcleos de la diáspora haitiana en EEUU y, por lo tanto, los destinos con los que generalmente sueñan los recién llegados.

Dos objetos delatan la condición de extranjero de Alexander: una pulsera verde fluorescente que debe portar en la muñeca para ingresar a la base militar y un monitor de ubicación satelital colocado en su tobillo por las autoridades migratorias estadounidenses para rastrear sus movimientos durante su traslado a la Florida. Aunque el monitor le hace sentir vergüenza, reconoce lo afortunado que fue al poder ingresar a EEUU antes de que el Departamento de Seguridad Interior reanudara los procedimientos ordinarios de deportación a Haití.

EEUU cierra la puerta
Alexander se refiere a la decisión anunciada el 22 de septiembre por el Secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, de reanudar la deportación de haitianos debido a que las condiciones en su país de origen han “mejorado lo suficiente como para permitir que el gobierno de Estados Unidos pueda expulsar a los haitianos de manera más regular”.

Ahora, los ciudadanos de ese país que se presenten en los puertos de entrada del país deberán solicitar asilo por los métodos tradicionales y demostrar que tienen un miedo razonable de regresar a su lugar de origen debido a que corre riesgo su vida o su integridad. Según Elizabeth Camarena, directora asociada del Centro Legal Casa Cornelia, quienes soliciten asilo deberán permanecer internados en los centros de detención migratoria en lo que se determina si cumplen los requisitos.

En el centro Desayunador Salesiano Padre Chava se sirven desayunos a más...
En el centro Desayunador Salesiano Padre Chava se sirven desayunos a más de 1,000 migrantes al día. Muchos de ellos son personas que han sido deportadas de EEUU. John Moore/Getty Images

La nueva directiva ha empeorado la situación de los tres albergues principales de Tijuana: el del Ejército de Salvación, la Casa del Migrante y el Centro Madre Asunta cuya capacidad de acogida está sobrepasada. Mientras, El Desayunador del Padre Chava, una cocina de asistencia situada en el muro fronterizo y que alimenta diariamente a 1500 personas, se ha convertido en un albergue de emergencia para dar resguardo a los haitianos más vulnerables, sobre todo mujeres y niños que no tienen dónde dormir.

La crisis humanitaria ha sensibilizado a la comunidad fronteriza. Diariamente grupos de ciudadanos llevan comida, ropa y artículos de primera necesidad a los cientos de haitianos que deambulan frente al Desayunador: burritos, sándwiches y café nunca faltan. Pero también ha surgido el conflicto. Hasta la llegada de haitianos, ese lugar, localizado a un costado del muro fronterizo, era el único lugar en la ciudad que ofrecía desayunos a los mexicanos que deportados de EEUU. Ahora en el refugio, que opera con donaciones, la comida ya no alcanza y la llegada masiva de haitianos ha generado molestia en la ciudad.

—No es justo. Los negritos llegan en grupos grandes y se acaban la comida. Esta mañana llegó una señora con una bolsa de sandwiches y una mujer de Haití le arrebató la bolsa y se la llevó corriendo, no quedó nada—, cuenta un mexicano que fue deportado hace dos noches y apenas ha probado bocado.

Pero su presencia también ha generado malestar entre los vecinos del Desayunador y los comerciantes del centro de la ciudad, que acusan a los haitianos de dejar basura y perjudicar la imagen de sus negocios al pasar por delante de él. —Me gritan ¡negro, vete de aquí! — lamenta Johnny, cansado de la discriminación y el constante acoso de la policía. —Ellos dicen que no podemos estar ahí, porque la gente tiene miedo de que vayamos a robar—, cuenta con un marcado acento creole.

La crisis ha llegado a niveles altísimos: activistas han instalado tiendas de campaña en las calles de la ciudad, en terrenos baldíos y estacionamientos. Es la única alternativa para los últimos en llegar que ya no tienen donde dormir.

Desesperación y narcotráfico

En México, la alta demanda de solicitudes de permisos humanitarios ha generado que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza otorgue solo 50 espacios diarios para recibir a migrantes haitianos. Como resultado, los tiempos de espera para ser atendidos han incrementado, alargando su estadía
en Tijuana.

Migrantes haitianos hace fila para utilizar las duchas en un refugio par...
Migrantes haitianos hace fila para utilizar las duchas en un refugio para migrantes de Tijuana. Los albergues de esa ciudad están colapsados. Luis Pérez

Y ahora que EEUU les ha cerrado la puerta, el dinero y la paciencia se agotan. La desesperación es lo más peligroso, como apunta el sacerdote y activista Alejandro Solalinde.

—Ahorita es un flujo de migrantes que buscan trabajo y que necesitan ayuda existencial, pero si no se hace algo por ellos, se van a volver contra la sociedad y el Estado. Si no se hace nada bien hecho por estos hermanos, pronto Tijuana le va a quitar el primer lugar a Veracruz en reclutamiento de sicarios. Va a crecer la delincuencia y desde luego van a engordar los cárteles y al crimen organizado.

Los activistas adelantan que, pese al cambio de la política migratoria estadounidense, los haitianos no están dispuestos a regresar a casa después de un viaje tan extenuante y costoso desde Sudamérica y cruzarán la frontera a través del desierto o pagando a bandas de traficantes de humanos.

Johnny Alexander, el enfermero, se pregunta cómo se mantiene la esperanza cuando se come una vez al día, cuando se vive en una tienda de campaña color naranja en un campamento con 100 personas, justo a una cuadra del muro que divide México de Estados Unidos y a un lado de un canal de aguas negras.

Pero por las noches, los miedos se van. Sueña que llegará a Miami, que rentará un pequeño apartamento, que estudiará enfermería en la mejor escuela, que su hijo será ciudadano americano y lo llamará “Hércules” porque soportó todo este horrible camino.

Related posts

error: Derechos Reservados Paralelo Informativo