Por Doraliz Terrón Moreno
Higuera Blanca, Nay.- A 20 minutos por carretera y escondido entre la nutrida vegetación de la Sierra de Riviera Nayarit, se encuentra “Vista Paraíso”, un lugar que hace digno honor a su nombre.
Al arribar un pequeño lago se convierte en la antesala de una experiencia única, en donde el entorno se mezcla con una decoración campirana y diferentes especies que parecieran ser las dueñas legítimas de este edén.
Una guacamaya llamada “Chabela” se acerca curiosa a los visitantes, quienes deciden si se aventurarán en el canoppy que ofrece una vista de mar y selva entre 16 líneas llenas de aventura y emoción o bien, elegir una travesía a caballo conociendo la serranía y disfrutando la naturaleza, mientras que los más osados pueden optar por un extenso recorrido en cuatrimoto.
Este lugar envuelto en una magia especial que preservan quienes afablemente atienden a los visitantes, se caracteriza por mostrar las particularidades propias de un rancho agrícola, que te acoge y enamora.
Fidel Cuevas, Director General de Vista Paraíso, señaló que durante los últimos años las familias que residen en esta comunidad se han encargado de mejorar y preservar esta zona, volviéndolo un punto neurálgico como atractivo turístico y generador económico.
Refirió que este espacio está pensando tanto para el turismo nacional y extranjero que busca aventura y relajación en entornos naturales, como también para quienes residen en la Bahía de Banderas y desean experimentar nuevas opciones y conocer más su demarcación.
Por ello, afirmó se tiene un programa especial, que genera una tarifa preferencial para los interesados que mediante su credencial de identificación, demuestran que viven en Puerto Vallarta o Riviera Nayarit.
Cabe resaltar que además de que desde las alturas se puede divisar el mar, Vista Paraíso cuenta con un precioso mirador, en donde en un día despejado se distingue no sólo el mar, sino hasta las Islas Marietas, en el enigmático azul del pacífico y la frondosa vegetación siempre verde y cálida.
Fotografías cortesía de Alfonso Lepe